Medidas sin acción: La ilusión de resolver la crisis haitiana desde el Palacio

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Editorial
El gobierno del presidente Luis Abinader ha vuelto a anunciar, con tono solemne y espíritu resolutivo, un paquete de 15 medidas para enfrentar la crisis haitiana. Sin embargo, como ha ocurrido en años recientes, estas decisiones parecen destinadas más a tranquilizar titulares y redes sociales que a ofrecer soluciones reales y sostenibles.En 2023 se prometieron acciones concretas: un muro fronterizo que nunca se terminó, políticas migratorias estrictas que no lograron frenar el caos, y mecanismos de cooperación internacional que apenas pasaron de la fase declarativa. Hoy, el escenario es casi idéntico, con la salvedad de que el deterioro en Haití se ha profundizado, y del lado dominicano, la percepción de seguridad y control es cada vez más frágil.
La reciente serie de medidas anunciadas por Abinader repite una fórmula ya desgastada: militarización, control migratorio, y llamados a la comunidad internacional. Pero ¿qué hay de nuevo? ¿Dónde está la acción concreta, sostenible, y sobre todo, humana? ¿Qué rol juega la población fronteriza, las comunidades que conviven con la realidad haitiana día a día? La respuesta es: ninguno.
Es particularmente preocupante el divorcio entre las élites políticas y la "sociedad de abajo", esa que vive, trabaja y comparte su cotidianidad en la frontera. Se legisla desde el Palacio, pero se ignora la sabiduría, el temor, la experiencia y hasta las soluciones prácticas que muchos líderes comunitarios, campesinos y ciudadanos comunes podrían aportar.
Es grave aún es el silencio oficial frente a los señalamientos que surgen desde la propia sociedad haitiana, que cuestiona al presidente Abinader por no sancionar a un empresario que, según denuncias, abastece de armas a las pandillas que siembran el terror en Haití. Este individuo, con un imperio económico en República Dominicana, representa un símbolo del doble discurso: se condena el caos haitiano mientras se toleran —y en algunos casos se protegen— los intereses que lo alimentan desde territorio dominicano.
Mientras tanto, Haití sigue al borde del colapso, y República Dominicana parece más preocupada por simular orden que por construir soluciones reales. El verdadero muro no es el de cemento: es el muro de indiferencia, improvisación y desconexión entre las políticas públicas y las realidades del pueblo.
Resolver la crisis haitiana no se logra con medidas para la prensa, sino con acciones articuladas, con integración social y con una política exterior firme, pero también solidaria. Ya no basta con repetir promesas. Es hora de actuar.
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