TERMINO APROPIADO . CONMEMORAR O CELEBRAR


 Por. Lic. Digno José  De Los Santos

Los locutores y comentaristas en medios de comunicación suelen cometer una de las confusiones más frecuentes al emplear los términos: celebrar y conmemorar sin una reflexión previa.
Esta confusión se da en el mejor de los casos pues muchos de estos comunicadores sólo utilizan la palabra celebrar.
Así las cosas no nos extrañe que en la radio se diga: “Hoy celebramos un aniversario más del fallecimiento de X personaje”. En mi trabajo como comunicador ha sido frecuente esta situación, a la cual he puesto de tajo un alto y una breve explicación de la gran diferencia.
Celebrar significa hacer fiesta, mientras que conmemorar representa un acto de memoria pública en torno a un hecho o personaje determinado. Luego entonces, es un error decir que se celebra un aniversario luctuoso sea este individual o colectivo.
Pero en este estado de cosas es posible que algún hecho histórico sea susceptible de celebrarse y conmemorarse a la misma vez. Sucede por ejemplo con nuestras tradicionales fiestas patrias, que desde el momento de denominarse así hacen que resalte el aspecto celebrativo sobre el conmemorativo. Un hecho tal es motivo de fiesta, pues la independencia de México se supone mejoró el estado de las cosas, aún a costa de las numerosas vidas perdidas, aspecto que debe ser considerado también y ser conmemorado. En este caso en particular la solución es simple: el sector oficial conmemora a través de ceremonias y el pueblo festeja dándole continuidad a sus tradiciones. Interesante sin duda esta doble moral en nuestro calendario cívico y preocupante el hecho de que un mismo concepto histórico tenga una doble interpretación.
Esto no nos debe extrañar pues sucede también en la vida religiosa de una gran cantidad de países, los tradicionalistas principalmente. Mientras en el interior del templo se conmemora, las calles se llenan de comercio y siempre hay más gente en el exterior haciendo vida pagana que en el interior cumpliendo con la conmemoración. Se trata de una constante casi matemática que nos conduce al axioma: celebración mata a conmemoración.
Mientras los calendarios cívico y religioso aparentemente combinan con justicia las fechas para celebrar y las de conmemorar, en la realidad es muy difícil a estas alturas de la vida encontrar verdaderos momentos de un recuerdo colectivo, sincero, reflexivo y formador de una conciencia social integral.
Las conmemoraciones no son una decisión de la sociedad, tal parece que son impuestas por las instituciones. De hecho, reflexionemos un poco para caer en la cuenta que la Organización de las Naciones Unidas ha insertado en el calendario mundial todo tipo de fechas conmemorativas; lo ha hecho con una sana intención pero también de una manera unilateral.
La celebración, por su parte, tiene implícita esa complicidad colectiva que dice qué, como y cuándo algo debe ser festejado. Sin ir más lejos, cualquier cumpleaños es planeado a detalle con anticipación, y celebrado en atención a las tradiciones de cada núcleo social. A nadie en una fiesta de este tipo se le ocurrirá pronunciar un discurso conmemorativo, a lo más que se aspira es a un grito emancipador que diga la palabra: ¡Salud!
Y en el ejemplo más clásico tenemos a cualquier victoria deportiva de nuestra selección nacional, que reúne a multitudes en sitios determinados por la costumbre sin que medie protocolo alguno.
Mención aparte merece el misterio en torno a los criterios que han determinado como conmemorables a los aniversarios luctuosos de sólo algunos de los personajes de nuestra historia nacional. En un acto de justicia todos ellos deberían tener su propio acto solemne y, tal vez, un día feriado, que como se ha comprobado, no le cae mal a nadie



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